Miguel Herrera asumió el jueves el cargo como entrenador de los Tigres de la UANL, finalistas del Mundial de clubes, obligado a dejar su fama de pendenciero, maleducado y mal perdedor.
Heredero de la escuela del argentino Ricardo La Volpe, pero más ganador que su maestro, Herrera alcanzó su pico como estratega con dos títulos de liga con el América, pero un comportamiento arrebatado fuera de la cancha ha empañado su carrera. Defensa de la selección mexicana finalista de la Copa América de 1993, Herrera, de 53 años, debutó como entrenador con el Atlante en el 2002 y después de algunas buenas actuaciones fue fichado por el Monterrey, al que puso en dos finales, y con el América, al que llevó a los títulos del Clausura 2013 y el Apertura 2018.
En el medio de esos campeonatos dirigió la selección mexicana que alcanzó los octavos de final del Mundial de Brasil de 2014. Antes y después casi siempre que perdió, culpó a los árbitros y creó polémicas hasta con el seleccionador de México, Gerardo ‘Tata’ Martino, a quien criticó por convocar a tantas figuras del América.
A pesar de que en el América fue incapaz de sacar lo mejor del colombiano Roger Martínez, y calificó al volante Sebastián Córdova de faltó de carácter, Herrera posee capacidad de arrastre y es un defensor de sus jugadores, de los cuales suele exagerar sus virtudes y minimizar sus errores.
Su gran reto con Tigres no será sustituir al más grande entrenador del fútbol mexicano en este siglo, el brasileño Ricardo Ferretti, sino vencer al ego de un enemigo poderoso: Miguel Herrera.
Si se supera a sí mismo, modera sus maneras, se vuelve humilde en la derrota y saca su pasta de líder, el técnico tiene todo para ganar campeonatos con el único equipo de la Concacaf finalista de un Mundial de clubes, el de este año, que además, tiene dinero para fichajes caros.
AGENCIAS