Los 180 días después de iniciar el confinamiento, con muchos o pocos cuidados y precauciones, la realidad es que nunca volveremos a la “normalidad de antes”, los conciertos, salidas, paseos o reuniones se ven tan lejanas que nos generan nostalgia.
Para otros menos considerados, que han visto el confinamiento y las medidas sanitarias como mera sugerencia, han sido días extraños, en donde la gente se pasea con cubrebocas y caretas dejándose llevar por “otras cosas” que no son reales.
Lo cierto es que no sólo afrontamos una crisis de salud debido al coronavirus, pues la salud mental del mundo entero, literalmente, se ha visto afectada debido a las pérdidas simultáneas de diversos aspectos en la vida de todos, desde seres queridos, hasta la rutina que implicaba los traslados a la oficina, la escuela y el entretenimiento.
Si bien ya todos conocemos las medidas sanitarias y la mayoría afrontamos el día a día detrás de una careta, cubrebocas y alcohol en gel siempre a la mano, es igual de importante higienizar nuestra mente, es bien sabido que el mexicano no va al psicólogo: – “Hay una parte de la sociedad que cree que van al psicólogo sólo los que están locos”, declaró Francisco Martínez León, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.- y así la sociedad prefiere acercarse a los remedios más alternativos. Si algo hemos aprendido en este difícil periodo, es que la atención oportuna, en muchos casos, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. Lo mismo pasa con la salud mental.
¿Cuántos de nosotros hemos pasado por momentos afanosos en este confinamiento?, identificando emociones tan diversas que a veces no podemos nombrar y que nos sorprenden. Experimentando las consecuencias del aislamiento, la impersonal comunicación de las reuniones virtuales, el aumento en las cargas de trabajo por le home office, la incertidumbre de tener que solventar los gastos con una reducción salarial o la pérdida de empleo, generando insomnio, malestares musculares, incluso dificultad para iniciar el día por la mañana o peor aún, dificultad para respirar y así, sin saber muy bien cómo lidiar con todo, vivimos con diferentes niveles de ansiedad.
Este distanciamiento y prohibiciones que ahora son parte de la realidad, nos lleva a considerar otra forma de relacionarnos en todos los ambientes, el home office le abrió las puertas de nuestra intimidad, mostrando la dinámica del hogar a aquellos con quienes sólo compartíamos temas de trabajo, nos ha distanciado de las personas mas cercanas que visitábamos en ocasiones especiales, los cumpleaños y las fiestas hora son complicadas, de pronto es más problemático iniciar el día, a veces la pijama parece una buena idea para la jornada laboral, es difícil encontrar un motivo para realizar algunas otras actividades esenciales, y así vivimos con una tristeza constante que si no es debidamente manejada, puede derivar en depresión.
En casos menos afortunados, hemos visto a alguien cercano aislarse por completo, presenciando a distancia el deterioro de su salud a causa del Coronavirus, sintiendo frustración de no poder hacer más por ellos, angustiándonos por su estado de salud, molestándonos por el resultado positivo de la prueba, temerosos de un desenlace fatal o sonriendo con cada pequeña señal de mejora, sumando esta montaña rusa de experiencias a las emociones de cada día, generando un agotamiento emocional que merma la salud física y que requiere, en muchos casos, de un manejo profesional. Ahora que es momento de retomar algunas actividades, es normal sentir temor no sólo por uno mismo, también por quienes más queremos.
Tememos al cambio, a perder la estabilidad y rutina que tanto nos costó adoptar. Tememos a que otras personas no tomen las precauciones adecuadas y nos hagan más vulnerables, a la incertidumbre que nos espera afuera ante una sociedad dividida entre los que “si creen” y los que no.
Cada persona sobrelleva esta bizarra experiencia pandémica de acuerdo con las vivencias personales, los factores de vulnerabilidad y la capacidad de autocuidado que haya generado a lo largo de su vida, o sea, las herramientas emocionales de cada uno la capacidad de adaptarnos a esta oleada de cambios, las fortalezas que hemos desarrollado y el contexto en el que vivimos, siempre con ayuda de nuestra red primaria de apoyo (amigos, familiares y compañeros de trabajo) y a pesar de que no todo el mundo requiere un seguimiento psicológico puntual y cercano para entenderse a sí mismo en estos tiempos de Coronavirus, algunas veces es necesario hacer una pausa y consultar a un profesional de la salud.
A veces con las exigencias del diario nos olvidamos de hacer una pausa para impulsarnos de nuevo.
Psic. Ana Salgado Curiel
Terapia Breve Centrada en Soluciones
Tiaki